En la crianza se producen una serie de hitos que, según acompañemos como padres, tendrán un impacto u otro en nuestros hijos (y en nosotros mismos).

Uno de los ellos es la incorporación a la guardería o escuela infantil. Bien sea una decisión inevitable, bien sea elegida, esta experiencia constituye una separación y un cambio.

Y todo cambio despierta inseguridad. Entenderlo así ayuda a acompañar el proceso con respeto y sensibilidad. Es además una separación de los bebés y de los padres. Pueden sufrir las dos partes, por lo que un proceso de adaptación adecuado será beneficioso para todos.

¿Qué puede ayudar?

La respuesta a la inseguridad pasa por dar seguridad, no hay más misterio.

Dejarles llorar porque “es lo normal en estos casos” y “se les pasará en unos días” no es dar seguridad. Dar seguridad es aceptar toda expresión emocional que aparezca, permitiéndola y acompañándola con nuestra presencia, comprensión y amor.

Dar seguridad es programar una adaptación, lo que requerirá por ejemplo guardar días en el trabajo para ello. Esta preparación variará según la edad del menor (hay quien se inicia en esta experiencia con 6 meses y quien lo hace con 3 años), sus necesidades, las características del centro al que irá…

Poder hacer la incorporación gradualmente ayuda a digerirla mejor, explicar a los niños que nos vamos pero que estarán bien cuidados y volveremos después, darles un objeto de apego que sirva de puente entre la ausencia y la presencia de los cuidadores… Ayuda de manera muy significativa que como padres podamos entrar en las aulas, pasemos tiempo con ellos hasta que se familiaricen y desvanezcamos poco a poco nuestra presencia. Esto no lo permiten todas las escuelas, pero recalcar la importancia de estas actuaciones e insistir puede volverles más receptivos. Cada vez son más quienes entienden así las incorporaciones, pero aún hay mucho camino por recorrer.

Otra pauta a seguir puede ser llevar al bebé al lugar en que está la guardería o escuela para que se familiarice con el camino, incluso semanas antes de empezar el proceso. 

Para el malestar de la separación, será necesario compensar con más cariño y presencia cuando se da el reencuentro. Es lógico y sano que los niños expresen inconformidad y necesidad de contacto. Nos han echado de menos y quieren exprimir mucho más el tiempo que ahora sí tienen con nosotros. No son caprichosos, se sienten inseguros y se regulan a través de nosotros.

Y si no se pudo hacer como se habría querido o habría sido más adecuado, compensar, reparar estando más presente.

Desde NB Psicología podemos ayudarte a transitar este periodo con el mayor bienestar posible. No dudes en consultarnos.

Paula López Rodríguez

Psicóloga sanitaria y docente en NB Psicología